Cuando transcurre
el día y llega la noche,
me apena mucho el
alma y me acongoja,
pues pasa un día
más y me despoja,
de una alegre
juventud, sin un reproche.
No quisiera
recordar ya lo vivido,
pues quisiera
aprender a vivir otra mañana,
con nuevas
emociones, sin gemido,
sin pena,
aguardando una nueva alborada.
Los años pasan en
mí dejando huellas,
son sinsabores
que me servirán bastante,
son muchos, tal
vez como las estrellas,
que he visto en
mis noches de navegante.
No llego a
comprender por qué en mi vida,
muy triste y
pesarosa me acompaña,
la vil suerte de
sufrir con una herida,
que emana su dolor
día tras día.
Seré tan fuerte
quizás como la hiedra,
para soportar
esta pasión sincera,
no golpearé ya a
mi corazón con esa piedra,
de que valdría otra
ilusión o una quimera.
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