Sobre
mis espaldas siento un cansancio,
y
que al llegar a casa me siento morir,
el
día fue malo, fue malo el negocio,
pero
por mis hijos tengo que seguir.
La
vida es muy ingrata y hay que temerla,
pues
hay días que te llenan de felicidad,
pero
cada momento tienes que buscarla,
porque
es sueño de un día o de una eternidad.
Yo
miro a los ojos de mis pequeñuelos,
cuando
alborotados se vienen a mí,
y
sin tener nada dentro de los bolsillos,
les
abrazo muy fuerte y pienso en ti.
Solo
en ti mi Dios grande y poderoso,
tú
que ves mi angustia y mi soledad,
eres
tan divino, eres tan generoso,
que
solo en ti encuentro la felicidad.
Por
eso te pido que nunca me olvides,
que
me lleves siempre a la prosperidad,
te
encargo a mis hijos, en tus manos lo tienes,
dame
paz, consuelo, dame la felicidad.
Hoy
a ti he venido de nuevo a pedirte,
que
mis penas lo ahogues en esa profundidad,
mis
hijos son mis luceros y no puedo mentirte,
por
ellos yo lucho buscando su felicidad.
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