Eran los mejores años de mi
adolescencia, el tiempo en mi ciudad de Chimbote se mezclaba entre el humo de
las fábricas de harina de pescado y las nubes que emanaba la fábrica
siderúrgica del acero peruano.
Mi madre siempre me llevaba
todos los domingos al mercado para acompañarla, creo que con el tiempo se me
hizo costumbre, hasta ahora le acompaño cuando le visito, pero ya no va al
mercado de la cual empezare la historia.
Era costumbre el ir a los
mercados los domingo, mi madre me llevaba al mercado Miramar, una distancia muy
cerca de la casa, menos de un kilómetro,
pero mi madre tenía por costumbre andar todo el mercado para después
comprar, también otra costumbre era que ese día no tomábamos desayuno, pues mi
madre me invitaba un jugo surtido de frutas con una porción de queque y otras
veces una sopa de habas, y en algunas ocasiones un shambar, que me encantaba,
así era mi madre con quien le acompañaba al mercado, pero casi siempre era yo.
Mientras mi madre paseaba
por todo el mercado buscando los mejores precios, y también a las “caseritas”
yo distinguía en una esquina de un puesto del mercado que vendía carne, a una
adolescente parada ahí con algunas bolsas del mercado, en aquellos tiempos las
bolsas de mercado eran de junco, otras eran hechas de red de pesca, éstas casi
no se acababan.
Había pasado ya mucho tiempo
de que le notaba en el mismo lugar, y casi media hora antes de regresar a mi
casa ella se iba en compañía de su padre, era una persona de edad, mayor que mi
padre, y fue así que una mañana me acerque a ella, pidiéndola que por favor me
lo cuide mi bolsa, que yo me había olvidado de recoger otra compra en el puesto
de abarrotes, ella me dijo – está bien – pero vuelve pronto.
No supe que comprar, me di
media vuelta por el mercado y me regrese a ella, estaba ahí, se le notaba muy
triste y tal vez muy seria, no me daba confianza como para poder hablarla o
iniciar una conversación, le agradecí y luego llego el señor y se marcharon, no
me dijo nada, yo solo le quede mirando.
Ella ya había entrado en mi
mente, esperaba con ansias la llegada del día domingo para verla en el mercado,
pero cuando no es para ti las cosas, el siguiente domingo mi madre no fue al
mercado a comprar, sino el sábado, le acompañe con alguna esperanza de verla,
camine por todo el mercado con esa intención, pero ella no estaba.
El colegio, los amigos
llenaron mis días y mis tardes que no me dejaban pensar tanto en ella, pero si
le extrañaba, le pensaba en el camino al colegio, al regreso, al dormir mucho
más, deseaba que pronto llegue el domingo para poder verla y hasta que por fin
llego.
Al llegar al mercado lo
primero que hice fue pasar por aquel lugar, no estaba, me puse triste, camine
por entre todas las personas que estaba en el mercado, pero yo le buscaba y por
fin la vi con el señor comprando todavía, su bolsa estaba casi vacía, pensé que
quizás más tarde ella volvería al lugar donde la conocí, yo apure a mi madre en
las compras y creo que lo logré, la bolsa ya pesaba mucho para cargar por todo
el mercado y le dije a mi madre que yo llevaba esta bolsa y que le esperaría en
el puesto donde venden carne, así fue y
así lo hice, pero ella no estaba todavía, me invadió la pena por unos minutos,
pero luego ella llegaba también con sus bolsas, el lugar estaba ocupado por mí,
y ella me dijo – hoy me ganaste, - yo le respondí - si – pero este lugar es tuyo , pero creo que
nos podemos acomodar – moví mis bolsas, ella puso las suyas y todo quedo bien,
ya no había espacio para los dos, y para que ella no se dé cuenta le interrogó - ¿recién llegas? ella me dijo – no, hace rato
que estamos comprando con mi padre - , venimos muy temprano a eso de las 8 de
la mañana ya estamos aquí – y tú ¿con quién vienes? me pregunto, le dije yo vengo con mi madre, ella está
comprando los abarrotes para la semana, ya no demora en venir, - mi padre
también - me dijo – el compra rápido porque vivimos en La Florida, y tú donde
vives, me dijo - yo vivo en Magdalena Nueva, cerca de aquí, ¿acaso vives por
donde está la antena de Radio Interamericana?, si le dije – acaso tú conoces mi
barrio, le pregunte – ella me dijo, - sí, - pero no conozco mucho – mi madre me
llevaba a veces los días domingos a mirar cuándo el Jilguero del Huascarán
traía invitados y cantaban en vivo, solo aquellas veces pase por allí, y luego
le replique - yo vivo a unos 150 metros de la radio, pero nunca te vi, yo
siempre iba a verlo a ese cantante me encanta su música, más luego ella me
siguió diciendo – de mi madre era su paisano -
Conversamos un poco más y
antes que llegue su padre me dijo, ¿vienes todos los domingos? le dije – sí, -
entonces nos vemos el otro domingo, quizás ya viene mi padre, y a él no le
gusta que tenga amigos.
Así fue, el señor llegó,
arreglaron sus bolsas y se marcharon, ella solo apenas pudo dar vuelta atrás,
me sonrió, yo solo le levante la mano y diciéndole - adiós, me quede triste.
No sé cuántos domingos
habían transcurrido, pero fueron muchos, a veces conversábamos y otros solo nos
mirábamos porque ella ya partía cuando yo llegaba, pero fue un domingo de
verano cuando conversamos mucho y le prepuse si podíamos vernos en la tarde, ella
me dijo claro que sí. - ¿dónde puede ser? -
le dije, ella pensó un instante y me pregunto ¿vas a la playa? ¿Te gusta
el mar? más yo muy apurado le dije, me
encanta, - sí - ¿puede ser en la playa?, entonces me dijo hoy espérame en la
playa a las 3 de la tarde.
Así fue, yo me apresure en
ir a la playa, llegue una hora antes de lo pactado, pues no me dijo donde le
tenía que esperar, además ella iría con su familia, yo fui solo y empecé mi
búsqueda, caminaba de arriba y abajo mirando a todas las personas, y al llegar
al extremo de la playa me ponía triste porque no la encontraba,
Me senté un momento sobre
una chalana, pensando que quizás tuvo inconvenientes y no pudieron venir, pero
tenía corazonadas que me hacían sentir tembloroso, tenía miedo, ansiedad,
entonces decidí volver a dar una pasada más y si ya no le encontraba, me regresaría
a casa y le esperaría el próximo domingo.
Pero grata fue mi sopesa,
había caminado ya casi más de 200 metros y la vi a ella en su ropa de baño
junto a sus amistades, que más tarde supe que eran sus primas, ella me vio
pasar, no me dijo solo me miro, se cubrió un poco su cuerpo y nada más.
Yo me senté en la playa, a una distancia que
podía mirarla, al poco rato ya no estaba ella, la tristeza se invadía el cuerpo
y casi cabizbajo una mano me cogió la espalda y al dar vuelta atrás vi el
rostro de ella, como un resorte me levante- le dije – hola, como estas, ella me
respondí, - bien, pensé que no vendrías, ya son varias horas que estoy aquí –
yo le dije estuve cerca al muelle sentado en un bote pensé que estarías por
ahí, - ella se sonrió y me dijo – no, yo te esperaba frente a esta palmera, siempre
venimos aquí, y ahí es nuestro punto de reunión.
Me dijo luego, ¿sabes nadar?
yo le respondí - sí – y ella me dijo y ¿qué haces con esa ropa? ¿Por qué no te
cambias, ponte tu trusa de baño?, - no supe que responderle, yo no había
llevado, porque no tenía, esa fue mi adolescencia., llena de tristeza, pero de
mucho amor.
Ella se sonrió y me dijo,
¿te busco una? le dije no, solo vine a verte, pero ella me insistía, me gusta
el mar, quiero verte entre las olas, quiero zambullirme contigo, quiero hacerte
competencia, quien llega hasta esa boya- yo le dije – será otro día, hoy no
vino preparado para eso, vine porque quiero decirte muchas cosas.
Ella, se separó de mí, y se
puso muy seria mirando el infinito del mar, la tarde era hermosa, un sol
brillante, las aves en su vuelo con alegre trinar, y yo contemplando a la mujer
que había llenado con su hermosura mi corazón amante, yo me quedé mudo, dije
quizás hice mal en venir, quizás no soy de su nivel de vida, pero así lo amaba
ya.
Me acerque a ella, con la
mano le cogí el rostro para que me mirara, me sonrió, y me dijo –me encanta el
mar, como deseo que seas marinero, y verte llegar a este puerto con muchas
ilusiones y yo tu amada amante esperándote en el puerto, yo en aquel tiempo
todavía no sabía que iba ser marino, pero mi respuesta fue luego, por ti seré
marinero, y aunque no vuelva en barcos, sobre las olas volveré a tu lado, pero
déjame decirte que estoy enamorado y deseo que seas mi novia. Ella se quedó
muda un instante, me miro a los ojos, yo tembloroso le cogí la cintura y le
volví a decir – te amo – te amo-.
Al final nos quedamos
callados los dos, nos miramos fijamente, ella me entrego su mirada pidiéndome
un beso y yo con mucho temor la besé, así empezó esta historia de amor que el
tiempo la enterró cuando yo partí de mi pueblo a la capital en busca de encontrar
la superación que un joven provinciano que deseaba en ese momento.
No pude escribirla, no supe
donde vivía, no volví a ese mercado casi después de tres años, ayer y hoy no sé
nada de ella, solo sé que lleno mis ilusiones cuando estuve en la capital, no
perdí las ansias de volver a verla, pero no la he conseguido, por si la saben
algo de Doris Herta díganle que la ando buscando.