Era
lunes, era Junio y era una mañana fría,
apenas se
vislumbraba a lo lejos el gentío,
esperándola
yo, pensando si llegaría,
y llego y yo
muriéndome de frío.
Lo nuestro
debe acabar y de alguna manera,
ya no quiero
verte, no me esperes – me decías-
y calmándote
dejé que mis labios te besara,
y vi en tus
ojos unos rayos de alegría.
Veté, mejor
así, me harías menos daño,
y al tener
tus manos entre mis manos temblaban,
por miedo,
por amor, por algo extraño,
porque
querías que sea el último día de la vida.
Quédate hoy
conmigo me dijiste,
dejando caer
a tu rostro una lágrima,
estaré hoy contigo,
pues me lo pediste
y estaré
siempre contigo, mientras tenga mi alma.
Y pensando en
lo nuestro, en nuestra alegría,
por tu
felicidad, nos vimos luego envuelto entre sábanas,
aquel hogar
seguro, hogar lejano, se quedó un día,
perdido en el
silencio de las frías lágrimas.
Por eso hoy
al despedirte, entrégame la mejor suerte
te dejo mi
amor, pues robé tu cuerpo sin medida,
y para que no
sufras tú prefiero mejor la muerte
aunque ese
día lunes sea nuestra despedida.

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