El sol muy
temprano, la playa ha besado,
el alba presurosa
mi sueño ha mutilado,
desciendo de mi
lecho y me dicen:- te han llamado –
apresúrate, que tu
nave de pronto a zarpado.
Y es verdad lo
que obtuve en mi sueño,
mi nave ha echado
sus máquinas a andar,
y de esa melodía
que ayer yo fui su dueño,
hoy anclado ha quedado,
pues no lo puedo llevar.
Me quedo muy
tranquilo mirando la estela,
y una mano amiga
que me entrega un adiós...
la recuerdo
entonces de aquella noche bella,
en que prometimos
juntos amarnos ante Dios.
Las aves van
pasando de regreso a su nido,
el rumbo de esta
nave no sé a dónde irá,
el frío se
avecina, las estrellas han salido,
y al contemplar al
cielo hay un rostro que me mira.
¿Cómo has llegado
hasta allí amada mía?
le pregunto
presuroso queriendo entender,
mi rostro con la
brisa se llena de alegría,
y escucho que me
dice: - yo no te puedo perder –
El cielo está muy
claro y una sola estrella,
vaga muy solitaria
por donde quiera que voy,
ella cuida de mis
noches tan frías y tan bellas,
pues siento que
no duerme y que a su lado estoy.
Le pido mil
favores, le pido que se esconda,
no quiero que a
mis ojos, la mire pues llorar,
le digo tantas
cosas y ella no responde,
y por más que me
escondo no me deja de mirar.
Hay un triste
sentimiento que llevo en mi pecho,
pues un amor
eterno lo tuve que dejar al partir,
te quedaste
envuelta en las sábanas del lecho
de aquella noche
inmensa que nos tocó vivir.
Hoy que me
encuentro lejos de ti mujer amada,
y que en el
puerto de tu fantasía aguardando estás,
tengo miedo la
noche, al frío y la alborada,
porque ella me
habla siempre, cuando tú no estás.
Que hermoso
hubiese sido llevarte en mi equipaje,
y mi alma de
marino en las noches entregarte,
enseñarte en las
noches del mar su gran paisaje
y amarte para siempre, y nunca tener que dejarte.

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