Eran los años 1924 y nace en la ciudad de Cajamarca, Perú, una mujer
que sus padres le llamaron Clementina.
Cajamarca, tierra conocida por ser la cuna del carnaval, tierra donde
se come picante de papas con cuy frito,
allí creció esta mujer sencilla por naturaleza, porque Dios le mandó que
así fuese.
Su madre de Clementina contrae nuevas nupcias y ella se va a vivir con
su madre, su padrastro era del campo y van al campo, el trabajo en la chacra
era dura, y por allí una tía que había viajado de la ciudad de Lima a
Cajamarca, la ve trabajando en el campo y le anima a que vayan con ella a la
capital, la cual previo consentimiento de sus padres ella abandona el campo a
los 16 años y muy emocionada llega a Lima la capital del Perú.
Cuenta que sus primeros meses fue muy bonito, ayudaba a la tía en los
quehaceres de la casa, conoce algunos lugares de la ciudad y también más
familia, que por ese entonces eran desconocidos.
Pasan los años y las cosas van cambiando de forma, ya no era la sobrina
de la familia, paso a ser la empleada de la casa, la mujer que tenía que lavar,
cocinar, asear la casa, cuidar los hijos de la tía, de los primos y primas y es
así que ella trata de salir de ese encierro, y conversa con su primo Renulfo de
esta situación, le anima a ir a vivir con él y ella acepta.
Tan igual como la otra familia, los primeros tiempos eran bonitos, pero
como van pasando los años, empiezan los problemas, Clementina viaja de nuevo a
su tierra a Cajamarca, está unos meses junto a su madre y tengo yo la oportunidad
de conocerla, tenía yo apenas 4 años,
recuerdo que un domingo a mí y a mi hermano en la plaza de armas, lugar donde
nos encontró junto a mi madre, nos invitó a un helado, recuerdo aquel, que me
parece que fue ayer.
Mi madre había sido abandonada por mi padre y Clementina le dice a mi
madre que mejor sería ir a Lima, que nuestra situación cambiaría, que hay mucho
trabajo para mujeres, pero mi madre obediente a mi abuelo, no acepto tal
pedido, Clementina unos días y volvió de nuevo a Lima.
En tiempo transcurría y Lima iba creciendo poco a poco, los tranvías
desaparecieron para dar paso a las autopistas, los autos y los buses, pero la situación
de Clementina no cambiaba, los años pasaban y ella nunca pudo enamorarse quizás
o casarse, pero crio a un niño que le regalaron cuando era un bebe todavía,
tenia, 2 años de nacido, Clementina que había criado tantos sobrinos, este niño
lo crio como un hijo.
Joven ya este niño criado por Clementina, después de haber estudiado
una carrera técnica, decide ir a buscar fortuna en Estados Unidos y le va muy
bien, se casa allá y a los años regresa con la intención de llevarse a su madre
Clementina, lo cual ella rehúsa, pues ya tenía cerca de 50 años y no viaja.
Mi madre ya vivía en la ciudad de Chimbote, ya éramos cuatro hermanos,
yo ya estaba por terminar la secundaria y no sabía que estudiar como carrera,
una tarde le llame por teléfono y le conté de mis deseos, de seguir estudiando
y me contestó, ven, ven yo te voy a
apoyar.
Esta comunicación le tenía guardado bajo siete llaves, no sabía qué
hacer, si viajar a Lima o quedarme en el puerto a seguir cualquier otra
carrera, los días pasaban, el tiempo no se detenía, ya llegaba Diciembre fin de
año y fin de la secundaria.
No vacile mucho y decidí viajar a Lima , en busca de un futuro mejor,
pues el puerto solo era pesca y pesca, no había otra carrera que seguir, en un
amanecer llegue a Lima, Clementina me esperaba en la casa de un familiar donde ella trabajaba como empleada o si
vienta, no tenía casa propia en la ciudad, tenía una casa huerta en Chosica,
muy distante del centro de Lima, quizás ese fue el motivo por el cual, ella
decidió vivir en la casa de su primo a cuesta de un techo y un plato de comida.
En verdad me asombre la vida que llevaba ella, tenía unos sobrinos que
no tenían el espíritu de salir adelante ante la adversidad, había días en que
yo prefería estar fuera de la casa para no contagiarme de sus ideas de ellos.
Así fue que yo decidí postular a la Escuela de la Marina, a ella, a
Clementina mi padre le dio el poder para que fuese mi apoderada en todos los
tramites que tenía que realizar, ella ya tenía 52 años, la veía muy agotada
pero me decía algún día hijo tú me sacarás de este infierno, pero por mientras
sigamos aquí.
Mi postulación fue rápida y en menos de 3 meses yo ya había ingresado a
la Escuela de la Marina, la vida que llevaba Clementina, no era digna, pues era
la empleada, la sirvienta diré de toda esa familia, tendría algún sueldo, nunca
me lo contesto esta pregunta.
Esta mujer de esta historia, me acompaño 28 años en mi vida, esta mujer
nunca se olvidó del día de mi cumpleaños, esta mujer a escondidas de su
familia, me daba una fruta, esta mujer a quien yo quise sacarla de ese
infierno, me dijo una noche, - hijo, yo me hice vieja con ellos, contigo no,
ellos que me vean en mi vejez, ya estaba con los años encima.
Cierto día yo trate de comunicarme con el niño o joven que ella crio
como hijo, y este “hijo” volvió al Perú, le conté todo lo que había visto o lo
que sabía de lo que estaba pasando Clementina, más ella no acepto por segunda
vez que se vaya a vivir junto a este “hijo” a Estados Unidos.
Hace 15 años que ya no está, Dios vio su sufrir y una mañana del 13 de
enero del 2004 le llamó, le dijo: - Clementina, ven, sírveme a mí, aquí
hallaras felicidad, aquí todos te van a querer, ven, ya no sigas sufriendo y
así fue, aquella mañana no pude despedirme, pues yo le visitaba todas las
tardes, el dio anterior estuve con ella, me dijo llévate este retrato donde
estoy con mi madre, cuídala mucho, su sabes cuánto la quiero y dándole un beso
aquella tarde, cogí el retrato y me despedí, me despedí y en el camino iba
llorando por la impotencia de no poder hacer nada pues ella había hecho mucho
por mí, ella era mi madre pues mi madre estaba lejos de mí, ella era la única
familia que yo tenía, esta mujer fue mi tía y fue por 28 años mi madre que no
la tenía cerca, porque cuando la vida te
separa de un ser querido el recuerdo de su sonrisa, es la mejor manera de seguir
adelante, es imposible no estar triste, su ausencia me duele, pero su recuerdo
y sus palabras me harán sonreír , porque no quiero mirar atrás porque recuerdo
sus palabras que me decía, no te vayas a mi tumba a llorar, porque no estaré
ahí, estaré en el viento acariciándote,
estaré en las estrellas brillando en su noche, iluminando su hogar,
estaré en la sonrisa de sus hijos, de sus nietos, por eso no te vayas a mi tumba
a llorar, no estoy ahí, estoy en su recuerdo y en su corazón, por eso esta
historia tengo que acabarlo diciendo, gracias tía, a ti te debo todo lo que so
y quizás nunca te pude agradecer, pero hoy llorando te digo GRACIAS MI TÍA
MADRE.
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