Transcurrían los años 1980, yo recién me sentía un joven que ya había
conocido un triunfo en la vida, era uno de los tantos que en el transcurrir del
tiempo lo fui obteniendo.
En aquellos años viaje a la parte del ande de mi Perú, a visitar a mi
familia, pero fue grata mi emoción, que pude ver a una dama que cautivo mis ojos,
mis sueños y también fue fuente de mi inspiración.
Diré fue fuente porque no pudimos llegar a donde yo ambicione, a que
fuese la madre de mis hijos.
Era fiesta en el pueblo en aquel tiempo y mientras transcurría el día,
me puse a trabajar en el chacra, juntando las piedras que se habían caído e
imposibilitaban el tránsito y por ende
en la noche era muy peligroso, te podías tropezar y caer a la acequia de
la chacra. El sol cubría mis espaldas, no era mi trabajo favorito, pero tenía
que hacerlo, los abuelos están muy ancianos y no tenían quien lo haga, más
luego sentí los pasos por el camino y era una dama muy hermosa, le quede
mirando, ella quizás no, pues bajo la cara y apresuro el paso.
En verdad no sabía su nombre, ni quien era su familia, solo diré que
paso por el camino del pueblo, la noche llegó muy fría, las aves en su vuelo
rápido entonaban melodías que nunca había escuchado.
Mi abuelo en la noche me pregunta que me parece la vida en el campo, yo
le respondí casi por compromiso, genial, un poco cansado del trabajo, pero todo
muy bien.
Al día siguiente salí en busca
de esa mujer tan bella que me había
robado mi sueño, anduve por las chacras buscándola, pero todo era negativo, así
fue que pase varios días, entre idas y venidas sin saber a quién preguntar, ni
saber cómo se llama; pero llego el jueves y ese día toda la gente del pueblo
van al mercado a comprar y a vender sus productos de la chacra, yo iba muy
alegre acompañando a la abuela y esta vez como todas las veces iba cargando un
saco de choclos, y a mi delante una dama, jalaba muy duro a un carnero viejo
que arrastraba ya su lana por el camino.
En verdad camine un poco más rápido y llegue a su lado, la miré y me
sorprendí pues era la misma mujer de aquella tarde, ella le saludo a mi abuela
y a mí solo me miro, yo le quise conversar pero me sentí nulo y las palabras se
me escondían, llegamos al mercado, ella tomo su posición, yo le seguí a la
abuela un poco más allá para vender los choclos.
De lejos la miraba y vi que conversaba con una de mis primas, me
miraban y se sonreían, yo no sé de qué hablaban, pero tenía muchas ganas de
participar de su alegría. Más tarde busque a esta prima y le pregunte de que se
reían, y ella me dijo: - mi amiga Gladys, me dice que le tienes miedo – ¿qué? le conteste, miedo yo, no – lo que pasa
es que no la conozco, no sé quién es ella, nadie me la presento, se enmudeció
mi prima Flor y me dijo, ahora en la tarde vamos a visitarla, le compraremos
bizcochos y con eso vamos a llegar.
Yo quería que avancen las horas, que mi regreso sea rápido: por fin
pude verme en el camino a la casa de aquella mujer hermosa. Escuche unos
ladridos de perros que nos esperaban, yo iba callado no sabía lo que iba a
pasar.
Pasen nos dijo una anciana, siéntense que le voy a preparar café, pero
yo me preguntaba, ella no está, que fue, donde se metió, acaso me tuvo miedo o sabia mi llegada. Mi prima me presentó
a la señora, me dijo llamarse Rosario, y los minutos pasaban y ella no
aparecía, hasta que por fin, llegó un perro blanco muy grande y la señora
Rosario dijo; - ya viene mi Gladys, voy a verla, está trayendo el ganado para
que tomen agua, yo me emocione, quería verla, era mi pasión , era mi sueño, me
levante muy aprisa y hable fuerte, - por donde viene ella - , su madre me indico
el lugar y presto salí a esperarla.
Hola - le dije – es suyo este ganado - y ella como no queriendo hablarme con un
movimiento de su cabeza - me dijo que
sí-, no entendía su proceder, le ayude a juntar su ganado para que tomen agua
en un arroyuelo, no dejaba de mirarla, hasta se enrojecía con mi mirada, yo no
sabía ya que hacer.
Al terminar de beber el ganado, ella tenía que volverles al lugar donde
dormían, pensé que debía acompañarla para poder ganarme su confianza y así fue,
le dije – te puedo ayudar- ella me dijo - te vas a cansar queda muy lejos – yo
solo sonreí, y pensé que se estaba burlando de mí y acompañe sus pasos.
En el inclinado camino le pregunté su nombre, el cual me contestó con
el nombre que le conocían en el pueblo, le dije que haces en el día, en la tarde, y me contesto que solo se
dedicaba a sus animales a sus chacras y
a sus padres, ya que mucho tiempo no estuvo con ella, ya que había salido del
campo a la ciudad en busca de trabajo y había trabajo en forma alternada muchos
años.
Me adelanto a la conversación y me dijo tú eres marino, le dije – como
lo sabes, me contesto yo visite siempre a sus abuelos Juan y Josefa y ellos
siempre me hablaron de ti, me enseñaron una foto suya con su uniforme de
marinero que le habías enviado, le dije – sí -, es verdad, pero eso hace ya muchos años, sí, claro que
sí, si sus abuelos ya murieron, pero tú has vuelto después de muchos años. Yo
había regresado después de muchos años, no pude enterrar a mis abuelos, pero es
consecuencia de la vida militar, porque tú sabes dónde amaneces, pero no sabes
dónde te cogerá la noche. Le dije es verdad ha pasado mucho tiempo, pero yo nunca
te vi, recién te conozco, donde andabas tanto tiempo, ella me dijo, recuerdas
cuando viniste y una noche te caíste al canal de regadío, le volví a interrogar, ¿tú ya existías?, sí
me respondió, - no le puedo creer-, le dije, sí me dijo otra vez y hoy que
estamos solos quiero decirte, que desde aquel momento tú vives metido en mi
mente y en mi corazón, pero tú nunca me hiciste caso porque yo soy una mujer
del campo, no tengo otro entrenamiento, sino el de contar mis ovejas, mis
gallinas, por eso su nunca me hiciste caso, y todo esto se le conté a sus
abuelos, ellos nunca te lo dijeron, porque también dudaban de ti.
No me pude contener lo que me decía y me lancé sobre ella, la cogí con
mis manos su rostro lloroso y le bese en la mejilla, y sollozando le pude decir
- perdóname, nunca me di cuenta de ti,
no te conocía, me dijo llore mucho cuando me dijeron sus primos que te habías
casado, y desde allí dije que yo no nací para ser feliz, ni tampoco para ser
amada.
Ella continuo hablándome, yo no sabía que decirle, solo le dije – si
tengo que pagar por esta injusticia, que Dios haga lo que tenga que hacer,
porque solo él hace justicia divina, el hombre nunca será justo. Caminamos un
tiempo y más, encerró todos sus animales en un corral bien extenso, nos decidimos
regresar, íbamos callados, no pude ya más hablar faltaba poco para llega r a su
casa y me dijo, - perdóname pero no pude callarme, no podía vivir con todo esto guardado en mi alma, te deseo que
seas feliz, y desde este instante mi alma se siente en deuda en esta gran mujer,
si es feliz no lo sé, pero ni pregunto por no hacerle sufrir a mi alma.
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