jueves, 7 de noviembre de 2019

AMOR DE SUEÑOS





Transcurrían los años 1980, yo recién me sentía un joven que ya había conocido un triunfo en la vida, era uno de los tantos que en el transcurrir del tiempo lo fui obteniendo.
En aquellos años viaje a la parte del ande de mi Perú, a visitar a mi familia, pero fue grata mi emoción, que pude ver a una dama que cautivo mis ojos, mis sueños y también fue fuente de mi inspiración.
Diré fue fuente porque no pudimos llegar a donde yo ambicione, a que fuese la madre de mis hijos.
Era fiesta en el pueblo en aquel tiempo y mientras transcurría el día, me puse a trabajar en el chacra, juntando las piedras que se habían caído e imposibilitaban el tránsito y por ende  en la noche era muy peligroso, te podías tropezar y caer a la acequia de la chacra. El sol cubría mis espaldas, no era mi trabajo favorito, pero tenía que hacerlo, los abuelos están muy ancianos y no tenían quien lo haga, más luego sentí los pasos por el camino y era una dama muy hermosa, le quede mirando, ella quizás no, pues bajo la cara y apresuro el paso.
En verdad no sabía su nombre, ni quien era su familia, solo diré que paso por el camino del pueblo, la noche llegó muy fría, las aves en su vuelo rápido entonaban melodías que nunca había escuchado.
Mi abuelo en la noche me pregunta que me parece la vida en el campo, yo le respondí casi por compromiso, genial, un poco cansado del trabajo, pero todo muy bien.
Al día siguiente salí en  busca de esa mujer  tan bella que me había robado mi sueño, anduve por las chacras buscándola, pero todo era negativo, así fue que pase varios días, entre idas y venidas sin saber a quién preguntar, ni saber cómo se llama; pero llego el jueves y ese día toda la gente del pueblo van al mercado a comprar y a vender sus productos de la chacra, yo iba muy alegre acompañando a la abuela y esta vez como todas las veces iba cargando un saco de choclos, y a mi delante una dama, jalaba muy duro a un carnero viejo que arrastraba ya su lana por el camino.
En verdad camine un poco más rápido y llegue a su lado, la miré y me sorprendí pues era la misma mujer de aquella tarde, ella le saludo a mi abuela y a mí solo me miro, yo le quise conversar pero me sentí nulo y las palabras se me escondían, llegamos al mercado, ella tomo su posición, yo le seguí a la abuela un poco más allá para vender los choclos.
De lejos la miraba y vi que conversaba con una de mis primas, me miraban y se sonreían, yo no sé de qué hablaban, pero tenía muchas ganas de participar de su alegría. Más tarde busque a esta prima y le pregunte de que se reían, y ella me dijo: - mi amiga Gladys, me dice que le tienes miedo –  ¿qué? le conteste, miedo yo, no – lo que pasa es que no la conozco, no sé quién es ella, nadie me la presento, se enmudeció mi prima Flor y me dijo, ahora en la tarde vamos a visitarla, le compraremos bizcochos y con eso vamos a llegar.
Yo quería que avancen las horas, que mi regreso sea rápido: por fin pude verme en el camino a la casa de aquella mujer hermosa. Escuche unos ladridos de perros que nos esperaban, yo iba callado no sabía lo que iba a pasar.
Pasen nos dijo una anciana, siéntense que le voy a preparar café, pero yo me preguntaba, ella no está, que fue, donde se metió, acaso me tuvo  miedo o sabia mi llegada. Mi prima me presentó a la señora, me dijo llamarse Rosario, y los minutos pasaban y ella no aparecía, hasta que por fin, llegó un perro blanco muy grande y la señora Rosario dijo; - ya viene mi Gladys, voy a verla, está trayendo el ganado para que tomen agua, yo me emocione, quería verla, era mi pasión , era mi sueño, me levante muy aprisa y hable fuerte, - por donde viene ella - , su madre me indico el lugar y presto salí a esperarla.
Hola - le dije – es suyo este ganado -  y ella como no queriendo hablarme con un movimiento de su cabeza  - me dijo que sí-, no entendía su proceder, le ayude a juntar su ganado para que tomen agua en un arroyuelo, no dejaba de mirarla, hasta se enrojecía con mi mirada, yo no sabía ya que hacer.
Al terminar de beber el ganado, ella tenía que volverles al lugar donde dormían, pensé que debía acompañarla para poder ganarme su confianza y así fue, le dije – te puedo ayudar- ella me dijo - te vas a cansar queda muy lejos – yo solo sonreí, y pensé que se estaba burlando de mí y acompañe sus pasos.
En el inclinado camino le pregunté su nombre, el cual me contestó con el nombre que le conocían en el pueblo, le dije que haces en el día,  en la tarde, y me contesto que solo se dedicaba a sus animales a sus chacras  y a sus padres, ya que mucho tiempo no estuvo con ella, ya que había salido del campo a la ciudad en busca de trabajo y había trabajo en forma alternada muchos años.
Me adelanto a la conversación y me dijo tú eres marino, le dije – como lo sabes, me contesto yo visite siempre a sus abuelos Juan y Josefa y ellos siempre me hablaron de ti, me enseñaron una foto suya con su uniforme de marinero que le habías enviado, le dije – sí -, es verdad,  pero eso hace ya muchos años, sí, claro que sí, si sus abuelos ya murieron, pero tú has vuelto después de muchos años. Yo había regresado después de muchos años, no pude enterrar a mis abuelos, pero es consecuencia de la vida militar, porque tú sabes dónde amaneces, pero no sabes dónde te cogerá la noche. Le dije es verdad ha pasado mucho tiempo, pero yo nunca te vi, recién te conozco, donde andabas tanto tiempo, ella me dijo, recuerdas cuando viniste y una noche te caíste al canal de regadío,  le volví a interrogar, ¿tú ya existías?, sí me respondió, - no le puedo creer-, le dije, sí me dijo otra vez y hoy que estamos solos quiero decirte, que desde aquel momento tú vives metido en mi mente y en mi corazón, pero tú nunca me hiciste caso porque yo soy una mujer del campo, no tengo otro entrenamiento, sino el de contar mis ovejas, mis gallinas, por eso su nunca me hiciste caso, y todo esto se le conté a sus abuelos, ellos nunca te lo dijeron, porque también dudaban de ti.
No me pude contener lo que me decía y me lancé sobre ella, la cogí con mis manos su rostro lloroso y le bese en la mejilla, y sollozando le pude decir -  perdóname, nunca me di cuenta de ti, no te conocía, me dijo llore mucho cuando me dijeron sus primos que te habías casado, y desde allí dije que yo no nací para ser feliz, ni tampoco para ser amada.
Ella continuo hablándome, yo no sabía que decirle, solo le dije – si tengo que pagar por esta injusticia, que Dios haga lo que tenga que hacer, porque solo él hace justicia divina, el hombre nunca será justo. Caminamos un tiempo y más, encerró todos sus animales en un corral bien extenso, nos decidimos regresar, íbamos callados, no pude ya más hablar faltaba poco para llega r a su casa y me dijo, - perdóname pero no pude callarme, no podía vivir con  todo esto guardado en mi alma, te deseo que seas feliz, y desde este instante mi alma se siente en deuda en esta gran mujer, si es feliz no lo sé, pero ni pregunto por no hacerle sufrir a mi alma.
  

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