¡Oh! mi Dios divino de la eternidad,
hoy estoy de rodillas ante tu altar,
dándote gracias con mi humildad,
por ese ángel que me supiste dar.
Siempre va conmigo a todo lugar,
aunque ya se nota un poco cansado,
sus lágrimas he visto por su cara
rodar,
pero es muy grande ese amor
abnegado.
Darte las gracias hoy he preferido,
¡oh! mi Dios divino de la caridad,
porque entre todos los seres tú has
elegido
para que sea una mujer mi ángel de
bondad.
Por eso hoy Madre solo quiero
decirte,
que tienes mucho de ese Dios de
amor,
perdona mis ofensas hoy vengo a
pedirte,
y déjame que en silencio yo acabe tu
dolor.
Gracias ¡oh, madre mía! por darme la
vida,
por enseñarme el camino de la
humildad,
curar hoy quisiera todas tus
heridas,
y que vivas a mi lado una eternidad.
Pero quizás es mucho lo que vengo
pidiendo,
pues el Dios de amor siempre me da
felicidad,
que nunca me faltes te vengo
exigiendo,
que sea mi luz y mi ángel de bondad.
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