Es un día muy frío, no es un día con
suerte,
camino muy lento, el viento me
acompaña,
me susurra el silencio, los quejidos
de la muerte,
diciéndome:- ve a visitar a tu madre
- esta mañana.
Me apresuro entonces buscando el
sosiego,
y veo mucha gente con el rostro en
llanto,
no soporto la pena y un ave es mi
testigo,
del dolor que encierra en ese
camposanto.
Por fin he llegado al lugar donde te
encuentras,
por más que ahora te hablo tú sigues
allí callada,
pero una lápida fría me dice que
allí estás,
esta tu cuerpo, pero tu alma en mi
va anclada.
Madre, perdón te pido por lo ruin
que fui,
por no darme el tiempo para escuchar
tu canto,
hoy mis lágrimas podrán formar un
oasis
pero ya no estás de que valdría mi
llanto.
Madre cuanto daría por un minuto de
tu vida,
para que estés a mi lado todos mis días,
fui un miserable, ahondé tu dolor y
tu herida,
con tu partida se fueron mis
alegrías.
Que más me queda ahora, seguir este
camino,
sorteando espinas y buscándote con
la mirada,
pero voy por el mundo madre como un
peregrino,
pagando mis culpas con mi alma
callada.
Recuerdo madre lo mucho que me has
querido,
pues tu amor fue muy grande, yo un
triste cobarde,
pero sé que tu cuerpo, en verdad ya
lo he perdido,
y por más que llore…he llegado demasiado
tarde.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario