El malecón de Chimbote estaba
abarrotado de gente, me acerque queriendo saber que ocurría, pero en verdad era
la marea que golpeaba muy fuerte y las olas reventaban sobre la contención del
malecón y estaba que mojaba a los visitantes.
Queriendo yo tomarme fotos pues el
reventar de las olas eran muy armoniosas, la brisa te cubría la cara y algo
distante de mí, estaba una dama queriéndose tomar un selfie, me acerque y con
respeto le dije – mejor le tomo yo la foto, no se vaya a caer al mar y el clima
no está como para zambullirse, ¿hace mucho frío verdad?
Yo tome el móvil (celular) y le tome
las fotos que ella me pedía, yo le pedía que cambie de posición para tomarle
más fotos.
Luego ella me pidió que le dijera mi
nombre, le dije muy callado, y cual es suyo, ella me dijo me llamo Flor, pero
si deseas dime MÍA, me quede pensativo, pensé que ella se estaba burlando de
mí, pero yo apenas le dije llámame José y seguimos contemplando el mar y la
brisa de las olas mojaban nuestros rostros y con mi mano trate de limpiar su
cara, lo cual ella me cogió de la mano y me dijo – porque lo haces, si tú no me
conoces quién soy- me quede más callado de lo que estaba, pero le respondí, le
dije- su cara esta mojada y esta agua salada te va a resecar la piel, ella
acepto y cogí su rostro con mis dos manos y le seque lentamente.
Llego la tarde y a la vez la noche,
ella me dijo me tengo que ir, has llegado tarde a ver las olas del mar, donde
andabas, que hacías, porque no viniste antes, ves ya me tengo que ir.
Me quede callado por un instante, la
mire, le dije, yo estuve efectuando unos tramites personales por eso no vine a
ver el mar, pero al terminar el medio día siempre vengo a darme una vuelta por
acá y hoy tuve más suerte que ayer, te encontré y sabes alegraste mi día.
Qué bueno me dijo, pero me tengo que
ir, ya es tarde, y me están esperando, me deseas acompañar, yo presuroso le
dije que sí.
Tomamos el camino y camine junto a ella
sin darme cuenta que la noche nos estaba llevando con rumbo al cementerio del
pueblo, le dije tú vives por aquí, ella me contesto muy alegre, si….porqué,
tienes miedo acaso, yo le dije que no, que estaba bien, que caminemos, pero
algo sucedía en mí, me entró mucho miedo, ya divisiva las puertas del
cementerio, más ella seguía conversando y el cuerpo se me enfriaba
más y más y me detuve y le dije: A donde me vas a llevar, me contesto con una
sonrisa, vamos a mi casa, y me sorprendí, de que casa me hablaba, ya no había
viviendas, solo la puerta del cementerio.
Me quedo mirando un instante y me dijo,
vas a ir, me acompañas, le dije no, no puedo, allí no hay vida, allí están solo
los muertos, no puede ser, más ella me cogió de la mano, me dijo me tengo que
ir, quédate aquí, o sino espérame mañana en el malecón, todos los días voy al
malecón, pues le sigo esperando a un amor que se fue en un barco una tarde de
un día que ya me olvidé, me voy, adiós,
Mi sorpresa fue tan grande que la vi
llegar a la puerta del cementerio y que se abría de par en par, no lo podía
creer, pero esto me paso con una mujer que la conocí en el malecón del puerto
de Chimbote.
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