Impaciente
me hallaba esperando tu llegada,
el
tiempo transcurría y el sol me perturbaba,
porque
querer volver a verte me desesperaba,
creí
que no llegarías mi amante enamorada.
Más
pronto vi tu figura que venía a buscarme,
y
te levante la mano indicando mi existencia,
mi
corazón entonces empezó a latirme,
y
acelero su ritmo al sentir tu presencia.
Una
mirada tierna sello tu bienvenida,
una
sonrisa entonces, apago mi aburrimiento,
sentí
en mi alma paz y gozo en tu mirada,
y
acepte esperarte en ese gran momento.
Me
dijiste luego, que la tarde es hermosa,
las
aves se acercaban dejándonos su trino,
te
apartaste luego y volviste como una diosa
trayendo
en tu mirada la paz a un peregrino.
Como
olvidar entonces de aquella bella noche,
cuando
sentí tu cuerpo cubrir mi frágil sombra,
cogí
tus manos y escuché tu lamento sin reproche
y
hoy que estas lejos y mi corazón te nombra.
Volverá
otra vez amor, aquel hermoso día,
tú
me prometiste sobre mi humilde pecho,
acariciar
conmigo los sueños de nuestra alegría,
y
esperar la noche juntos en el mismo lecho.
Pero
he vuelto de nuevo al lugar escondido,
que
fue mudo testigo de todo nuestro amorío,
hoy
te digo en verdad que a ti he preferido,
aunque
no seas mía, quiero estar contigo.
Porque
es el mismo dolor que ambos abrigamos
es
la misma fe que está en nuestro camino,
tu
amando a alguien que está por otros caminos,
y
yo esperando la noche como buen peregrino.
Ya
ves, el tiempo esperado y un amor a cuestas
un
dolor que nos mata sin sentir congoja,
la
tarde callada me dice que pronto volverás,
para
sentir tu ternura en otra noche loca.
19 abril 2011
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