¡Oh!, cuantas
veces Señor ante mis ojos
un hombre en
silencio mirándome está,
y cuantas
veces me postré de hinojos
por ese amor
sublime, que él sólo me da.
Fui de niño
su ilusión, su esperanza,
fui tormento
quizás de muchas noches,
es el hombre
que no conoce de venganza,
es aquel que
evita los reproches.
En la vida
muchas veces escondido,
con su fuerza
y su amor mueve montañas,
y otras veces
también se ve perdido
lleno de
pena, de dolor y lleno de lágrimas.
Él no puede
morir mientras yo viva,
pues es su
sangre que corre por mis venas,
es el ángel
que me lleva hacia la cima,
es quien cada
día ahoga todas mis penas
Es hombre de
carne y hueso con alma divina,
que defiende
a su hijo con su propia vida,
eres el Dios
de mi vida, de mi carne humana,
que sabe
perdonar si es que le causo herida.
¿Cómo llamaré
a ese ángel, oh mi Señor?
si vivo es porque
existe y gracias por su ternura,
que importa
el nombre, si es grande su amor,
su nombre no
importa, yo te llamaré PAPÁ.
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