Llegas a mí trayendo la sonrisa,
la alegría fresca en la noche clara,
llegas a mí pero tan deprisa,
que el tiempo pasa sin que yo te amara.
Esa noche bella de ese gran lucero,
fue mudo testigo de nuestro gran amor,
sonriendo me dices – en verdad te
quiero-,
tu vida es una pena, es un gran dolor.
Esa noche mía, tú tan perfumada,
mirando el recuerdo te vi pensativa,
tan solo el silencio me dijo – no es
nada –
es sólo ternura de una mujer altiva.
Entre la champaña llegó el primer beso,
que abrió de pronto una nueva ilusión,
te besé en la boca como un niño necio,
te abracé muy fuerte con mucha pasión.
En mis brazos entonces yo te vi cogida,
queriendo a mis labios romperlos de
amor,
pero mi cuerpo ardiente te sintió
elegida,
y esa noche hicimos fiesta de primor.
En tus tiernas manos cogiste las mías,
y un débil suspiro el aire llevó,
cogí yo tus manos y las hallé tan frías,
que solo en tus labios un beso quedó.
Y esas manos mías tan acariciadoras,
por tu cuerpo andaban buscando el
primor,
y al hallarlo húmedo tu cuerpo temblaba,
me besaste luego con mucho amor.
Te cogí del talle, te acosté en mi
pecho,
tus redondos bustos los sentí en mí,
tan sólo recuerdo que me hallé en el
lecho,
y junto a mí estabas esa noche por fin.
¡Oh! mi bella amiga, amante y compañera,
no tendrá fin esta nueva historia,
en mi lecho abriga esa noche de quimera,
que tú fuiste mía, y yo en la gloria.
Yo besé tu cuerpo tan desesperado
y mordí tus labios causándote dolor,
esa noche tierna no le he olvidado,
la llevo guardado con mucho amor.
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