jueves, 18 de junio de 2015

UN POBRE HOMBRE





 

Hay en la ciudad un bullicio enorme,

y tras jirones un hombre pordiosero,

estirando la mano como buen hombre,

pide una limosna con amor sincero.

 

Todos le miramos y casi con lastima,

pedimos al cielo que Dios le bendiga,

pero el dolor no puede quitarlo de encima,

porque su madre enferma el dolor le acaba.

 

La indiferencia entonces se viste de hombre,

y la alegría efímera de antes, es difícil encontrar,

la felicidad para él ya no tiene nombre,

y sigue su camino sin saber dónde llegar.

 

Mientras que su madre sigue agonizando,

ella sola en el mundo se siente a morir,

las fuerzas de madre se le van acabando,

y el triste pordiosero no puede cumplir.

 

Oh, mi Dios divino, tú que fuiste hombre,

porque tan apurado a llevarla estas,

porque está cansada y muerta de hambre,

pero su hijo llora porque muriendo está..

 

Pero al llegar la tarde busca en sus bolsillos,

alguna moneda para poder comprar,

quizás una alegría o unos cuantos panecillos,

para que su madre se pueda alimentar.

 

Pero no ha podido cumplir su objetivo,

y la lluvia entonces empieza a reinar,

su instinto le dice: regresa, hay un motivo,

por favor no tardes… no tardes en llegar.

 

Apresura el paso sin mirar el infinito,

pero en sus manos va apretando un pan,

se va acabando aquel tierno cariñito,

como las olas del mar que vienen y van.

 

Pero que ha pasado dice pregonando,

porque tanta gente en mi humilde hogar,

una madre apenas le sigue llamando,

a un hijo de su alma en un triste llorar.

 

Y apenas él llega, eleva su triste mirada,

abraza a su madre y le dice a Dios con pena,

porque te la llevas Señor, si era mi amada,

la mujer más tierna, tan noble y tan buena,

 

Y ese pobre hombre solo se ha quedado,

su hogar es la calle, no tiene destino,

todo se llevó su sueño, nada lo ha dejado,

es un pobre hombre, solo y peregrino.

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