Va un hombre en
sus hombros llevando,
los años
vividos junto a su compañera,
le pesa el
tiempo y sus ojos están llorando,
porque sus
hijos se fueron con la primera.
Hombre por el
tiempo con la tez curtida,
manos
encallecidas de la labor diaria,
no está
aquella hija que fue tu preferida,
no están los
hijos que ayer fueron tu alegría.
Hoy estás
solo, bajo su cabaña,
atizando la
leña de su tétrico fogón,
todos se
marcharon al llegar la mañana,
pero aún les
guarda en el corazón.
Pero así es
la vida que muchos lo viven,
aquel que un
día te dio todo su amor,
el hijo no
pregunta, no saben, si comen,
solos en su
cabaña se llenan de valor.
Porque pues
buen hombre le diste tu nombre,
porque has
permitido que te llenen de olvido,
ya no tienes
fuerzas, no eres el mismo hombre,
pues en tu
frente se nota que mucho has sufrido.
¡Ay! de
aquellos hijos que ya olvidaron,
al hombre que
un día le tuvo en sus brazos,
no es posible
el olvido ni voy a justificarlo,
es hora que
le llenen de amor y de besos.
Es tu día
Padre, ¡oh gran soberano!,
y mis cuitas
llegan a tu corazón,
eres tu quien
de niño me extendió la mano,
y hoy quiero ofrecerte
mi mejor oración.
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