He desgarrado
el aire con mis manos,
y he dejado
caer sobre tu delicado cuerpo,
toda la fuerza escondida de mi enojo,
por no
comprender lo mucho que te amaba.
Muchas veces
te dije sin medida,
que a tu amor
yo nunca engañaría,
pero tú sin
ver que me causabas herida,
seguías
creyendo que todo era falsía.
Fue esa
noche, quizás la última noche,
que vi brotar
lágrimas en tus ojos,
porque no crees
en mi amor, no lo reproches,
ya no sufras
de todos tus enojos.
Que dolor tan
grande de lo sucedido,
que me
atormenta el alma haberte ofendido,
pero el
hombre es bestia con sentido,
que actúa sin
temor cuando se ve perdido.
Yo quisiera
sanar todas tus heridas,
con besos de
amor que deseo darte,
porque eres
la mujer de todos mis días,
ya que nunca
podré dejar de amarte.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario