Perdóname,
Señor, ahora, al confesarlo,
si
me tengo que olvidar de aquella promesa,
te
digo,
en verdad, que no puedo olvidarlo,
estoy solo y su retrato está sobre mi mesa.
El hecho de
pensar en que ella aún
existía,
diciéndome
que en cada primavera volvería,
alimentó mi alma, pero creció mi agonía,
ocultando mi dolor,
viví, pues la quería.
Ese amor, tan divino
y muy sagrado,
creció con la
esperanza que algún día,
podría yo decirle: «te he buscado,
porque eres mi sostén y mi alegría».
Está llena de maldades
esta vida,
y
en cada
paso voy haciendo
una historia,
si amas en verdad,
te causará herida,
más si mueres por amor, no irás
a la
gloria.
Pero dime, Señor,
si aún vale la pena,
que
siga
yo sufriendo por ese gran
amor,
si en mis sueños la coroné como mi reina,
hoy al despertar,
para
mí es un gran dolor.
Pues
creo en verdad que la amé
en demasía,
y
por amarla
tanto,
me llené de dolor,
dame fuerzas para olvidar
esta fantasía,
pero si no puedo... perdóname,
Señor.
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