Madre, es un
dolor para mí el saber de tu partida,
de aquel viaje
que hiciste un día, sin fecha de retorno,
pues desde aquel
momento, a cuestas voy con mi herida,
te busco y al no
hallarte, me causa un gran trastorno.
Hoy te llamo y
en verdad, no encuentro aún respuesta,
mis labios gritan
tu nombre y se pierden en la soledad,
voy solo en mi
camino llevando mi dolor acuesta,
extraño tu
presencia, porque tú eras mi felicidad.
Te fuiste en un
momento, quizás sin pensar en dejarnos,
recuerdo hoy los
años de mi infancia que los viví contigo,
los llevo en mi
memoria perennes y bien guardados,
pero lo que no
puedo tener, es tu calor, es tu abrigo.
Tu muerte es un
misterio que no lo he comprendido,
los días son más
grises desde nuestra separación,
porque no puedo
hallarte por más que te he buscado,
y ahora en
silencio lloro y a ti elevo mi oración.
Por eso hoy
madre mía, te digo que he cambiado,
pero aún no han
sanado mis heridas por tu ausencia,
muy junto a la
mano de Dios, un día tú has viajado,
y hoy te
encuentras junto a Él gozando su presencia.
Quien calma mi
martirio, quien calma mi dolor,
mis noches han
cambiado y no dejo de llorar,
te fuiste Madre
mía, pero no se fue tu amor,
y aunque tú no
me escuches, te he vuelto a llamar.
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